El sueño dorado de Mhotepea
Resulta
que Mhotepea era una artesana egipcia jubilada que veía acercársele
el momento de sacar pasaje para el otro mundo. Era soltera y por
familia sólo tenía un sobrino, Shebitku, al que ella cariñosamente
llamaba Shebitkucito, aunque él ya había cumplido los cuarenta.
La
anciana y su sobrino convivían hacía muchos años y se tenían
afecto o por lo menos se habían acostumbrado el uno al otro. Ella,
que era muy quisquillosa, se había encargado siempre de los asuntos
de la casa, porque no confiaba en que el grandulón de su sobrino se
supiera desenvolver bien.
-
Yo ya estoy vieja y cansada, Shebitkucito -decía de vez en cuando
Mhotepea-, vas a tener que aprender a arreglártelas solo, si no
¿cómo vas a hacer cuando yo no esté?
Pero
seguía encargándose de todo sin dejar que su sobrino aprendiera. Y
él la dejaba hacer porque siempre había sido así, ¿para qué
cambiar ahora? A lo sumo le decía: "No te preocupes, tía, todo
a su tiempo. Cuando me quede solo ya me las arreglaré".
Y
no era por comodidad que Shebitku dejaba hacer a su anciana tía, no
señor. Era porque deseaba verla activa y porque él sabía que en el
fondo la tía era feliz encargándose de todo. Y él, que la quería,
no le iba a llevar la contra.
Como
todos los egipcios de la época, Mhotepea sería embalsamada cuando
muriera para, según sus costumbres, llegar pura y en buena forma al
más allá.
Es
por eso que una mañana cuando se levantó fue a arreglar ella misma
los detalles de su momificación con los especialistas, para cuando
le llegara el momento que, sospechaba, no debía andar muy lejos.
En
el antiguo Egipto, como en todas partes y en todos los tiempos, había
distintas categorías de muertos como lo hubo, y lo hay, de vivos:
clase baja, media y alta. Así, había precios y clases de
embalsamamiento según cuánto abultara el bolsillo del cliente.
Llegado
el día de ir a consultar, la anciana se dirigió a la Casa de
Purificación, que era donde se hacían las momificaciones. Allí,
uno de los especialistas le enumeró las categorías de momias y los
procedimientos de cada una para que ella eligiera, mientras le
mostraba el dibujo correspondiente en un papiro:
-
Tenemos la Momia 1 o Momia Real: para rellenar el cuerpo una vez
quitadas las vísceras se usan hiervas aromáticas como mirra,
canela, azafrán, casia y cinamón; se lo cubre con sales de primera
calidad durante setenta días para secarlo y luego se lo envuelve con
los más finos paños de lino.
-¿Y
el sarcófago cómo es?
-
De madera de ébano con dibujos grabados en oro y cubierto con
pétalos de rosas.
-¿Y
cómo lo llevan a la tumba?
-
En una barcaza por el río Nilo, con treinta y cinco plañideras a
bordo que lloran sin cesar durante todo el viaje. En fin -concluyó
el hombre -, todos los chiches.
-¡Ay!
¡Qué liiiindo! -exclamó Mhotepea, encantada con tanta suntuosidad
-. ¿Y cuánto cuesta?
-
Quinientos dracmas.
-¿Quinientos
dracmas? ¡Qué caaaara!
-
Y, señora, no es para todo el mundo. Es la que encargan los faraones
y los altos funcionarios.
-
Con razón. ¿Qué otra tienen?
-
La Momia 2 -dijo el hombre señalando el dibujo -. En esta se rellena
el cuerpo con paja, se lo seca con sales y se lo envuelve con paños
de lino de segunda.
-¿
Y el sarcófago?
-
De madera de cajón de manzana.
-¿Y
el viaje por el Nilo?
-
No, esta es llevada por tierra en un carro que tira un burro. Pero es
sensiblemente más económica: 230 dracmas.
-
Sí, es más barata, pero bastante cara para ser un viaje en carro.
Porque no vamos a comparar el viaje en barcaza por el Nilo con el
viaje a lomo de burro.
-
Y, a la Momia Real no hay con qué darle. Es incomparable.
-¿Y
qué más tienen?
-
La última, la Momia 3, pero no se la recomiendo.
-
¿Ah, no? ¿Cómo es?
-
Se rellena el cuerpo con arena, se lo seca con sal de cocina y la
envoltura es de paños de ropa vieja.
-¿Y
el viaje a la tumba?
-
A hombro.
-¿Cómo
a hombro?
-
Los familiares se llevan el sarcófago al hombro.
-¡Ay,
pero qué feeeeo!
-
¿Y qué más quiere por 80 dracmas?
-
A mí me gusta la primera, con el viaje por el Nilo. ¡Pero tan
caaaara! - Mhotepea se quedó pensando un instante para agregar:
"Escuche lo que le digo: con tal de que me lleven en esa barcaza
por el Nilo que es mi sueño dorado, dejaría que me sequen con la
sal de cocina y me envuelvan con los paños de ropa vieja. ¿Qué le
parece? ¿No me harían un precio razonable por eso?
-
No, señora, esa mezcolanza no la permiten los sacerdotes. Ofendería
a los dioses. Elija una de las tres que le nombré.
-
¡Ay, qué lástima, con lo que me gustan los viajes en barco! Bueno,
tendrá que ser la segunda, entonces. Pero, hágame precio… 180.
-
200 -dijo el hombre.
Y
ella: "190".
Y,
entonces él: "210".
-
Bueno, bueno -se rindió la anciana -, está bien, dejémoslo en 200.
-
Hecho -concluyó el hombre.
Terminado
el regateo, Mhotepea le pagó la suma estipulada al embalsamador y él
le dio un recibo donde se especificaba el tipo de procedimiento.
-¡Ay,
Shebitkucito! -le dijo la anciana a su sobrino ni bien llegó a casa.
-¿Qué
pasa tía?
-
No sabés, nene: vengo de encargar el servicio de embalsamamiento y
la Momia Real es un sueño, llena de fragancias, envuelta en el mejor
lino y lo más lindo, el viaje a la tumba en barcaza por el Nilo.
-¡Fantástica!
-
Sí, pero caríííísima. Así que me quedé con la segunda. Ya está
paga. Acá tenés el recibo. Guardalo en un lugar seguro para cuando
llegue el día. Que no se te vaya a olvidar dónde lo pusiste, ¿eh?
Y
mientras caminaba a su habitación, Mhotepea pensaba en voz alta: "Si
yo me hubiera casado con aquel novio de mi juventud que ahora es
funcionario del gobierno, las cosas serían distintas. Ahora podría
hacer el viaje al más allá en barcaza por el Nilo. En cambio lo
haré en un carro tirado por un burro. Pero con la jubilación mínima
no me alcanza, qué se le va a hacer"
"Pobre
tía, se merecería el mejor de los entierros", se quedó
pensando Shebitku a la vez que se encogía de hombros.
El
tiempo pasó y los días de Mhotepea llegaron a su fin. Como
correspondía, su sobrino, ayudado por un vecino, llevó el cuerpo de
la tía a la Casa de Purificación. Pero, atolondrado por la pena y
por tener que cumplir por primera vez con una responsabilidad
semejante, una vez allí se dio cuenta de que se había olvididado de
llevar el recibo del pago, donde además se especificaba qué clase
de procedimiento había encargado su tía. Entonces, depositaron el
cuerpo de Mhotepea sobre una de las grandes mesas de madera que había
en el lugar para ese fin, y Shebitku corrió a su casa a buscar el
recibo. Al rato, el cuerpo de la difunta esposa de un alto
funcionario fue depositado al lado del de Mhotepea, yaciendo encima
de ella el recibo del embalsamamiento llamado Momia Real o sea el más
caro.
Hete
aquí que cerca de la mesa había una abertura de ventilación. La
suerte quiso que por allí irrumpiera una corriente repentina de aire
que empujó el recibo de la esposa del funcionario encima del cuerpo
de Mhotepea.
Mientras
tanto, Shebitku buscaba el recibo por toda la casa. Una vez que lo
tuvo salió volando a entregárselo al embalsamador. Pero cuando
llegó a la Casa de Purificación el cuerpo que encontró sobre la
mesa no era el de su tía sino el de la otra mujer.
En
eso pasó uno de los profesionales que trabajaba allí y Shebitku le
preguntó si sabía dónde estaba el cuerpo de su tía Mhotepea.
-
Ya está en el laboratorio para el procedimiento. Lo felicito: eligió
usted el mejor método, Momia Real, caro pero el mejor. La debía
querer usted mucho, ¿verdad?
-
Eh... sí, claro. La quería mucho -respondió Shebitku algo
confundido, para agregar, ya aclarada su mente, con una sonrisa de
satisfacción: "¡Claro que la quería!"
-¿No
vio usted el recibo que tenía este cuerpo encima? -preguntó el
hombre señalando a la difunta esposa del funcionario -. Debería
estar acá.
-
Mire, acá está -dijo astutamente Shebitku haciendo como que lo
levantaba del piso y entregándole el de su tía -. Se ve que el
aire...
-
Ah, gracias -dijo el hombre leyendo el recibo-. Momia 2, qué raro.
Hubiera jurado que… Bueno, con respecto a su tía: en setenta días
estará lista para el fantástico viaje final por el Nilo. Ya le
avisaremos. Que tenga usted buenos días.
Shebitku
volvió a su casa de muy buen humor, hablando para sus adentros con
su tía Mhotepea.
-
Te dije tiíta: "Cuando me quede solo ya me las arreglaré".
Y me las arreglé nomás, ¿viste?