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Cuando cae la tarde,
los malabaristas
ensayan en el parque.
Tres chicos miran atentos.
Es verano, corre el viento.
Asombro, risas, admiración,
vuelan clavas y esferas,
¡no se pierdan la función!
Rodeados de magnolias
y palos borrachos
juegan a hacer magia
dos muchachos.
Descalzos sobre el pasto,
al viento, no se detienen
ni un momento.
Vuelven más liviano el aire
en esta mágica tarde.
Y el aire es canto,
es canción,
por arte de la ilusión.
Hermoso, Didí! Realmente, los artistas callejeros hacen más leve el aire. Lo sentí fuertemente en mi última visita a Baires.
ResponderEliminarGracias, Sandriña. Sí, yo sentí esa magia una tarde en el parque Rivadavia. ¡Abrazo!
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