Noche: nada la rana
en la laguna,
quiere romper
el cristal de la luna.
Tanto agita el agua
con patas y brazos
que deshace el cristal
en mil pedazos.
Sale triunfante
y cuando mira el agua
¡entera está la luna
en blanca enagua!
Noche: nada la rana
en la laguna,
quiere romper
el cristal de la luna.
Tanto agita el agua
con patas y brazos
que deshace el cristal
en mil pedazos.
Sale triunfante
y cuando mira el agua
¡entera está la luna
en blanca enagua!
¡Buaa, buaa, buaa!
Mi gata Monona
se me fue de viaje
y me dejó sola.
Ayer de mañana
me mandó un mensaje
donde me explicaba
el porqué del viaje:
“Me cansé, querida,
de la gran ciudad,
me vine a la costa
del río Paraná”.
“Vieras las barrancas
qué lugar soñado,
me subí a un bote
a pescar dorados”.
“Hay montón de aves,
también yacarés,
y hojas enormes
del bello irupé”.
“Esto es primoroso,
el aire es más puro,
se vive muy bien,
sin ningún apuro”.
Pasó una semana,
Monona volvió,
el paseo sola
al fin la aburrió.
Hoy estoy feliz,
sacamos pasaje,
juntitas al mar
iremos de viaje.
Cándido, pintor de la guerra infame Texto Didi Grau Ilustraciones Nicolás Arispe, Calibroscopio 2018 Premio Destacados Alija 2018 - Premio Banco del libro de Venezuela 2019
Cocorococó Texto Didi Grau Ilustración y diseño Christian Montenegro, Pequeño editor 2014 Premio Destacados Alija 2014 - Premio Fundación Cuatrogatos 2015 - Postulado por el Banco del Libro de Venezuela - Premio White Ravens 2015
Azu Texto e ilustración Didi Grau, Ediciones del Eclipse 2013 Postulado por el Banco del Libro de Venezuela para los Mejores Libros de Literatura Infantil/Juvenil 2014
Cuentos que son de verdá Texto Didi Grau, Calibroscopio 2011 Postulado por el Banco del Libro de Venezuela para los Mejores Libros de Literatura Infantil/Juvenil 2014
Quinquela, el pintor de La Boca Texto Didi Grau Ilustración Paula Adamo, Calibroscopio 2009. Premio Destacados Alija 2009
Mago Xul Texto Didi Grau Ilustración Irene Singer, Calibroscopio 2009 Premio Destacados Alija 2009
Peleonas, Mentirosas y haraganas Texto Didi Grau Ilustración Christian Montenegro Diseño Laura Varsky, Del Eclipse 2007 Premio White Ravens 2009
Poca gente oyó hablar
de las montañas escondidas;
son las que están bajo el mar,
son montañas submarinas.
El que las quiera escalar
tendrá que llevar paraguas
y bajar al fondo del mar
que está todo lleno de agua.
Sobre una meseta,
bajo el bravo mar,
una banda de cangrejos
toca música de jazz.
De las montañas del agua
baja el pueblo montañés
a escuchar este concierto
luciendo colas de pez.
Había una vez una mamá y un papá que tenían tres hijos varones, al menor de ellos lo llamaban Rulo. El papá era zapatero y los dos hijos mayores lo ayudaban en su trabajo, pero a Rulo lo tenían para los mandados, porque todos pensaban que era medio sonso. Pero Rulo era solo un poco torpe, en cambio sabía contar muchos chistes, pero a nadie le hacían gracia. Cada vez que hacía algún lío sus padres exclamaban: ¡Ay, este Rulo!
Un día en que estaba jugando en el jardín, sus hermanos le dieron un paquete y le dijeron que le tenía que llevar los zapatos arreglados a doña Tremebunda y que no se fuera a olvidar de cobrar el trabajo, de lo contrario no habría plata para comprar la comida.
Entonces Rulo se encaminó, muy asustado, hacia la casa de doña Tremebunda que vivía en lo profundo del bosque, y de la que se decía que era una bruja que cuando alguien no le caía bien, ¡se lo comía crudo!
Al rato de caminar se encontró frente a la casa de la bruja. Hubiera salido corriendo del miedo que tenía, pero se acordó de que si no cobraba el trabajo no iban a poder comer. Así que, temblando, golpeó la puerta que se abrió con un horrible ruido. Rulo no tuvo más remedio que entrar. Y a pesar de que la casa estaba bastante oscura, pudo ver que la bruja era mucho más fea de lo que había imaginado.
Doña Tremebunda lo hizo sentar mientras ella revolvía un menjunje de olor muy extraño. Mientras esperaba sentado, a Rulo se le ocurrió una idea para caerle bien a la bruja y que no se lo comiera: le iba a contar sus chistes. Así lo hizo, y a la bruja sí que le gustaron porque no paraba de reírse. Cuando terminó de revolver el menjunje, se acercó a Rulo y le puso algo en la mano mientras le decía:
-Hacía mucho que no me divertía tanto. En agradecimiento te regalo estas semillas. Cuando llegues a tu casa, sembralas porque son especiales.
Rulo guardó las semillas, saludó a doña Tremebunda y se fue. Iba muy contento de que la bruja no se lo hubiera comido y, mejor todavía, le hubiera hecho un regalo.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue sembrar las semillas y regarlas. En eso estaba cuando se dio cuenta de que no le había cobrado el trabajo de los zapatos, ¡cómo se iba a enojar su padre!
Entró a la casa donde estaba su familia y contó todo lo que había pasado. Entonces sus padres, agarrándose la cabeza, exclamaron: “¡Ay, este Rulo!”
Pero Rulo, sin darles tiempo a que se enojaran más, los llevó a donde había sembrado las semillas. Y se quedaron todos con la boca abierta: de las semillas habían crecido árboles de duraznos, de peras, de manzanas, también verduras y grandes gallinas ponedoras de huevos. Ya no iban a tener que preocuparse nunca más por la comida.
Los padres, contentísimos, lo abrazaron y exclamaron: ¡Ay, este Rulo, es el mejor!