(Interior del
consultorio del doctor Clemente que, asomado a la puerta, llama a los
pacientes.)
Doctor:
¡Que pase el que sigue!
(Entra una
señora.)
Doctor:
(Sentado a su escritorio, con lapicera en mano,
pregunta para anotar en la historia clínica.) ¿Usted se llama...?
Señora:
Juana.
Doctor:
(Repite anotando.) Juaanaa.
Señora:
Sí, doctor, y estoy sana.
Doctor:
¿Sana? ¿Y entonces para qué vino?
Señora:
Para ensayar.
Doctor:
¿Ensayar?
Señora:
Sí, para cuando me vaya a
enfermar. Hay que prepararse.
Doctor: Pero, señora,
eso es adelantarse.
Señora:
Es que soy propensa al llanto, temo sentir espanto.
Doctor:
(Consultando su reloj pulsera.) Señora, usted
se está adelantando y yo me estoy atrasando.
Señora:
Bueno, disculpe doctor, paso otro día mejor.
(Sale la señora
y el doctor Clemente vuelve a llamar a un paciente.)
¡Que pase el que sigue!
(Entra un
hombre.)
Hombre:
(Habla antes de sentarse.) Doctor, estoy
preocupado.
Doctor:
Bueno, mi amigo. Me lo cuenta cuando esté sentado.
(Cuando el
hombre se sienta.)
Doctor:
Me dejó la puerta abierta.
(El hombre se
levanta y va a cerrar.)
Doctor:
¿Qué me iba a contar?
Hombre:
(Cuando vuelve, antes de sentarse.) Que estoy muy
preocupado.
Doctor:
(Le señala la silla.) Me lo cuenta
cuando esté sentado.
(Cuando el
hombre está en la silla.)
Doctor:
Mejor vaya a la camilla.
Hombre:
(Habla mientras va a la camilla.) Como le
contaba doctor, estoy muy preocupado.
Doctor:
Sí, pero me lo cuenta cuando esté acostado.
(El hombre se
acuesta en la camilla.)
Doctor:
Sáquese las zapatillas.
Hombre:
(Mientras se saca las zapatillas.) ¿Cómo, me va a
revisar?
Doctor:
Sí, se va a tener que sentar.
Hombre:
(Sentado en la camilla.) ¿Y, doctor,
puedo contar?
Doctor:
Me dijo que está preocupado, pero ahora póngase de costado.
Hombre:
Sí, doctor, muy angustiado...
Doctor:
A ver, póngase del otro lado.
Hombre:
(Dándose vuelta.) Pero, doctor, ¿me va a escuchar?
Doctor:
Sí, amigo, pero se tiene que parar.
Hombre:
(Poniéndose las zapatillas.) ¿Ya terminó de
revisar?
Doctor:
Sí, ahora me puede contar. Pero antes le aclaro que usted está sano.
Hombre:
Eso ya lo sé, el enfermo es mi hermano.
Doctor:
¿Era eso lo que quería contar?
Hombre:
Sí, doctor. Me preocupa que él no quiera entrar.
Doctor:
¿Qué es lo que lo asusta?
Hombre:
Los remedios no le gustan.
Doctor:
Bueno, dígale que se calme y que vuelva otra tarde.
(Sale el
hombre. El doctor se asoma y los llamados retoma.)
¡Que pase el que sigue!
(Entra un señor
mayor.)
Doctor:
¿Cómo anda abuelo?
Señor
mayor: Ay, m’hijito, siempre por el suelo.
Doctor:
Bueno, abuelo, ésa no es sorpresa.
Señor
mayor: Pero mire cómo tengo la cabeza.
Doctor:
(Revisándolo.) Veo unos cuantos chichones.
Señor
mayor: Y cuarenta moretones.
Doctor:
Abuelo, no debe usar chancletas para andar en bicicleta.
Señor
mayor:¿Le parece doctor?
Doctor:
Claro, abuelo, es lo mejor. Y ahora, vaya, vaya.
(Sale el señor
mayor del lugar y el doctor vuelve a llamar.)
Doctor:
¡Que pase el que sigue!
(Entra una madre
con su hija.)
Madre:
Buenas tardes, doctor, aquí le traigo a mi hija.
Doctor:
(A la hija.) ¿Qué es lo que te anda pasando, querida?
Hija:
Cuando voy a la escuela siempre me duele la muela.
Madre:
¿Tendrá algo grave, doctor?
Doctor:
(A la madre.) Señora, para esa clase de dolor
se equivocó de doctor. Le recomiendo a la doctora Manuela, le dejará bien la
muela.
Madre:
Gracias, doctor.
(Salen Madre e
Hija. Se asoma el doctor Clemente y ya no queda ningún paciente.)
Doctor:
(Al público.) Desde la nena hasta el anciano todos
están de lo más sanos. El consultorio voy a cerrar, ¡nadie se quiere enfermar!