En
el cielo de Punilla se esconde un joyero.
Cada vez que el día llega a su fin,
tiende allá en lo alto
un paño de terciopelo negro
donde desparrama sus piedras preciosas
y se pone a contarlas.
Son tantos brillantes
que el pobre termina de contar al alba.
Entonces guarda sus preciosuras,
recoge el paño
y se va a dormir hasta que caiga el día.
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